Autor: Santiago Blanco*
Aclaración inicial: versiones bíblicas y metodología que se sigue
El presente artículo es el primero de una serie de trabajos dedicados al estudio de las distintas especies monetarias que son mencionadas en la Biblia. Además de citar los diferentes pasajes en donde hay referencias importantes a variadas monedas, se busca definir con precisión, independientemente de las distintas traducciones al español que pueden variar al respecto, cual es en definitiva, la especie monetaria en cuestión y su correspondiente contextualización histórica.
Existen muchísimas versiones en cuanto a traducciones de la Biblia; sólo en lengua española, para este artículo, trabajamos con seis de ellas. El criterio de selección que se aplicó para elegir que traducciones serían incluidas, fue puramente práctico a los efectos de una perspectiva numismática, escogiéndose, por ende, distintas versiones que, en lo que atañe a referencia de unidades monetarias, presenten discrepancias entre ellas, para así poder ser comparadas y comentadas.
Por una cuestión puramente metodológica, en el desarrollo del texto, salvo nota expresa, los pasajes bíblicos citados se hacen según la versión Biblia de Jerusalén. No obstante, cuando otras traducciones ameriten contrastes, comentarios o menciones, se hará uso de las mismas, indicando en todo momento a con que versión bíblica se corresponde.
Formas de riqueza pre-monetaria mencionadas en el Antiguo Testamento
En la Antigüedad, dentro de las sociedades no monetizadas (ya sea porque aún no se había inventado la moneda, o bien, porque un determinado pueblo todavía no había adoptado su utilización de forma plena)[1], se empleaban formas de intercambio basadas en el trueque. Los metales, ante esta situación, desempeñaron un papel fundamental, constituyendo en la mayoría de los casos, el principal medio de intercambio. Los mismos podían utilizarse en forma de joyas o de lingotes (barras y anillos, por ejemplo), debiendo ser pesados ante cada nueva transacción. Incluso, es interesante notar que se ha sugerido que la combinación entre la función de sellar (estampar una marca) y el uso de metales como medio de pago, fue lo que en definitiva originó la moneda[2].
El valor relativo del oro, la plata y el bronce (que por mucho eran los más empleados en las transacciones), era establecido de común acuerdo. Esto, a menudo, se hacía basándose en las cantidades necesarias de los mismos que debían pagarse para adquirir un tipo determinado de ganado[3]. En el hebreo antiguo, el verbo «pagar», en realidad significa «pesar» (para su entrega)[4], por lo que ambos términos se expresaban con el verbo hebreo shâqal.
La palabra hebrea que se usaba para referirse a la plata, era kesef. Kesitah (literalmente, «cordero»), era el vocablo usado para aludir a la pieza de metal que había sido entregada como pago. Con el tiempo, el término fue adquiriendo un sentido mucho más amplio, el cual puede equipararse al español «dinero». Las traducciones bíblicas al castellano, a menudo han optado por reemplazar esta palabra por «pieza», o incluso (de forma muy impropia), por «moneda», cosa que sucede con menor frecuencia, por ejemplo, en las versiones escritas en lenguas anglosajonas. De este modo, en Jos 24,32, cuando se hace referencia a las tierras cercanas a Siquén que Jacob había comprado «por cien kesitahs de plata», en la versión Reina-Valera se habla de «cien piezas de plata» y en la Biblia de las Américas, de «cien monedas de plata». De singular interés son las traducciones de la Biblia de Jerusalén y de la Vulgata; la primera, porque establece que el monto de la compra fue de «cien pesos», tratándose de una referencia totalmente inverosímil por lo anacrónica, y la segunda, porque nos habla de «cien corderas», dando una traducción casi literal del sustantivo kesitah.


Los dos de tamaño mayor, pertenecen al periodo herodiano (siglos I-II d.C.)
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Las cabezas de ganado, por su parte, usualmente servían como unidad de cuenta para considerar la riqueza acumulada. En cuanto a la Biblia, dos ejemplos podemos dar al respecto: de Abraham (originalmente Abram), se dice que «era riquísimo en ganado, en plata y en oro» (Gn 13, 2). De forma concordante, con respecto a Isaac, está escrito que: «tenía rebaños de ovejas y vacadas, así como copiosa servidumbre. Los filisteos le tenían envidia» (Gn 26, 14). En este punto, además, el lector ya se habrá percatado sobre la estrecha relación existente en hebreo entre «ganado», «metal» y «dinero»[5].
Cuando un determinado bien (ganado, por ejemplo), era utilizado como medida de valor para establecer la valía de otro, independientemente que el pago se podía efectuar con otras cosas (digamos, por ejemplo, una fijada cantidad de tela, de granos, de armas, etc.), significa que la mente humana logró la necesaria abstracción para tasar los distintos bienes en ausencia material del objeto tomado como unidad de medida, naciendo de este modo un concepto fundamental en una economía monetizada: el «precio». Para que apareciera la moneda, que es una construcción social, es necesario que primero se haya desarrollado esta idea colectiva.
En el conjunto de libros que componen el Antiguo Testamento, podemos leer múltiples referencias que aluden a transacciones comerciales, precios, satisfacciones de compensaciones penales, fortunas y distintas sumas empleadas para efectuar los pagos. Sin embargo, en estos casos, debemos tener presente que las menciones no son a monedas propiamente dichas, sino a medios de intercambio anteriores, basados en el trueque, o bien, en otras formas de riqueza pre-monetarias (es especialmente recurrente el uso de metales al peso). De este modo, podemos citar (entre otros pasajes al respecto), los siguientes:
«En cuanto los camellos acabaron de beber, tomó el hombre un anillo de oro de medio siclo de peso y lo colocó en la nariz de la joven, y luego puso en sus brazos un par de brazaletes de diez siclos de oro». Gn 24, 22
«Pasaron unos madianitas mercaderes y, descubriéndolo, subieron a José del pozo. Vendieron a José por veinte piezas de plata a los ismaelitas, que se llevaron a José a Egipto». Gn 37, 28.
«Si el buey acornea a un esclavo o a una esclava, se pagarán treinta siclos de plata al dueño de ellos, y el buey será apedreado». Ex 21,32.[6]
«…y compré a Janamel, hijo de mi tío, el campo que está en Anatot. Le pesé la plata: diecisiete siclos de plata. Lo apunté en mi escritura, sellé, aduje testigos y pesé la plata en la balanza». Jer 32, 9-10.
Se podrían exponer muchísimos pasajes más que aluden a estas formas de riqueza pre-monetaria, en donde el ganado y los metales al peso, ya sea en forma de lingotes o de joyería, aparecen ocupando un lugar de privilegio en cuanto a medio de pago o de cuenta de la riqueza se refiere. No obstante, no tendría sentido, a los propósitos de este trabajo, agregar citas similares, ya que todas ellas apuntan en la misma dirección y no hay variaciones profundas en lo que atañe a las distintas traducciones.
En Gn 37, 28, donde se narra la venta de José como esclavo, la mayoría de las versiones bíblicas concuerdan en que el precio pagado por los ismaelitas fue de veinte «piezas» de plata. Aquí no hay dudas al respecto de que no se trata de monedas (pues la historia se sitúa en una época anterior a la invención de misma), sino de veinte trozos de metal argénteo. Llamativamente, el relato no hace ninguna mención al peso que ostentaban individualmente tales piezas ni del total del conjunto, lo que sí se aclara en la Kadosh Israelita Mesiánica: «…y lo vendieron por media libra de shekels de plata a los Yishmaelim». En todo caso, queda más que claro que el medio de pago utilizado fue metal en bruto.
De especial interés para la numismática son Gn 24, 22, Ex 21,32 y Jer 32,9-10, ya que los mismos, dan cuenta de dos importantes unidades de peso que son utilizadas con mucha frecuencia en las Escrituras[7]. En primer lugar tenemos el siclo (shekel), al cual se alude en las tres citas. Es quizá la unidad de peso (y luego monetaria) de mayor relevancia en los textos bíblicos, pero en muchas ocasiones, la aparición de esta palabra suele generar confusiones, dependiendo el contexto y el momento histórico en el que se haga uso de ella.
- Shekel o Siclo (como unidad de peso): Se corresponde a una unidad de peso utilizada por los pueblos de origen semítico equivalente a 11,40 g. Su uso se puede remontar hasta el III milenio a.C., en Sumer, y más tarde, en Babilonia. Si bien su cálculo fue variable según las distintas épocas[8], el mismo siempre fue de carácter sexagesimal; de este modo, tenemos que, 60 shekels equivalían a una mina; y 60 minas (o 50, en algunos lugares) a un talento. Dentro de este enunciado podemos encuadrar las menciones al shekel en los pasajes bíblicos citados. A continuación se brindan distintas equivalencias de unidades de peso judías[9]:
Peso | I | II | III | IV | V | ||
I | Talento | 34,2 kg | 1 | ||||
II | Mina | 570,00 g | 60 | 1 | |||
III | Shekel | 11,40 g | 3000 | 60 (o 50) | 1 | ||
IV | Beka | 5,70 g | 6000 | 100 | 2 | 1 | |
V | Gera | 0,57 g | 60000 | 1000 | 20 | 10 | 1 |
- Shekel o Siclo (como unidad monetaria): Esta denominación fue acuñada por muchos pueblos, tales como fenicios, hebreos y púnicos. Las estáteras (o tetradracmas) producida en Tiro, fueron conocidas con este nombre, siendo específicamente estas piezas (y sus mitades) las utilizadas para el pago del tributo anual que se realizaba al Templo de Jerusalén (vide infra).
Siguiendo con las formas de riqueza pre-monetaria del Antiguo Testamento, se puede destacar la relevancia de Jer 32,9-10 (así como también, de otros versículos en donde se describe el pesaje de los metales ante cada nueva transacción), ya que nos permite confirmar que, en estos casos, siempre se habla de piezas de plata sin un peso estable ni homogéneo y nunca de monedas, pues de lo contrario, la engorrosa acción ante la balanza no sería necesaria.
La redención del primogénito (pidión habén)
Pidión habén es un ritual propio del judaísmo, mediante el cual, el varón primogénito es rescatado de sus obligaciones sacerdotales por un Kohen. Básicamente, consiste en «comprar» nuevamente al niño, ya que según se desprende de la tradición bíblica, el primogénito de cada familia judía debía ser un Kohen, siendo esa la intención de Dios:
«Yahvé dijo a Moisés: Conságrame todo primogénito, todo primer parto entre los israelitas, tanto de hombres como de animales; es mío» Ex 13,1-2.
Más adelante, en Nm 3,11, leemos que, tras el incidente del Becerro de oro, sólo la tribu de Levi (que no se había unido al acto de adoración), logró mantener este status de privilegio para sus primogénitos, mientras que los niños de las demás familias, deberían ser sustituidos en el sacerdocio por miembros de la tribu de Levi. Para que esto se pueda hacer, es necesario que el padre «rescate» al hijo, lo que, tal como se desprende de las Escrituras, se debe realizar pagando cinco shekels (siclos) de plata:
«Todo primogénito de cualquier especie, hombre o animal, que se presente a Yahvé será para ti. Pero harás rescatar al primogénito del hombre y al primogénito de animal impuro. Los harás rescatar al mes de nacidos, según tu valoración, por cinco siclos de plata, siclos del santuario, que son de veinte óbolos». Nm 18, 15-16.
En este pasaje, las distintas traducciones difieren mucho, y para un análisis numismático serio, es de singular importancia su correcta interpretación. La referencia a los óbolos (diminutas pizas griegas, con un peso teórico de unos 0,72 g), no parece encajar en el contexto histórico, ya que es anacrónica (el Libro de los Números, data de una época pre-monetaria). La versión de Reina Valera, en cambio, en cuanto al peso del siclo del santuario, establece que su peso es equivalente a veinte gerahs, coincidiendo con la Biblia de las Américas. En estas versiones, la alusión al gerah parece tener más sentido contextual (shekel = 20 gerahs), ya que no se refiere a una unidad monetaria, sino a una unidad de peso. En la Kadosh Israelita Mesiánica, se puede leer una descripción algo más detallada, pero termina por coincidir en que la equivalencia es igual a veinte gerahs:
«Todo lo que venga primero de la matriz, de todas las cosas vivientes que ellos ofrecen a YAHWEH, sea humano o animal, será tuyo. Sin embargo, el primogénito de un ser humano tú tienes que redimir. La suma a pagar para redimir a cualquiera de un mes o mayor será de cinco shekels de plata [dos onzas], como tú lo evalúes, usando el shekel del Lugar Kadosh (esto es lo mismo que veinte gerahs)» Nm 18, 15-16 (KDSH).
En el caso de los cinco shekels mencionados, es indudable que, en este pasaje, el shekel debe entenderse como la unidad de peso y no como la moneda en sí. Dado que la costumbre prosiguió (y prosigue), es probable que con el tiempo, fueran justamente las estáteras de plata acuñadas en la ciudad fenicia de Tiro[10], las monedas preferidas para efectuar este pago. Esto, a pesar de que existía una diferencia entre la unidad de peso judía, cuyo peso era de 11,40 g, y el shekel fenicio-púnico, que ostentaba un peso teórico cercano a los 14 g y tenía un valor más o menos equivalente con las tetradracmas atenienses.
Lo cierto es que, como ya hemos anticipado, esta ceremonia ritual se sigue practicando entre los judíos ortodoxos; claro está que la redención del primogénito ya no se hace pagando cinco shekels de plata, pero sí, una cantidad de este metal, la cual es establecida en relación al peso que detentaba el antiguo shekel o siclo del templo; es decir, de forma simbólica, se entregan aproximadamente 100 g de plata[11]. El pago puede efectuarse en uno o más objetos hechos de este material, incluso, en fantasías de monedas acuñadas y comercializadas especialmente para la ocasión. Si bien el peso total de cinco shekels antiguos sería de 57 g (o de unos 70 g en el caso de que se juntaran cinco estáteras de Tiro), es evidente que en nuestros días, la cantidad asume un fuerte carácter figurado. No obstante, el elevado peso, también puede explicarse debido a la extrema pureza de metal que presentaban estas antiguas monedas (aprox. 95%).

* Miembro titular de IFINRA, colaborador de la Societat Catalana d’Estudis Numismàtics (SCEN) y de ADVENTVS Numismática Antigua.
[1] Para una definición académica de «moneda», véase Salgado, 2009: 34.
[2] Balmuth, 1975: 296.
[3] Hendin, 1996: 35.
[4] Nelson, 1998. Véase el vocablo: dinero.
[5] En las lenguas modernas de raigambre latina, una analogía similar se puede señalar entre el vocablo pecus («rebaño», «ganado») y pecunia («moneda»). Por ende, todo «bien pecuniario» es aquel susceptible de valor en el comercio.
[6] En la concepción medieval-feudal imperante en la versión Reina-Valera, el concepto de «esclavo» es reemplazado por el de «siervo».
[7] Las traducciones, en estos casos, también son coincidentes.
[8] Salgado, 2009: 153.
[9] Tabla confeccionada en base a lo propuesto por Hendin, 1996: 40. Desde ya, no son sólo hebreas que aparecen en la Biblia, sino que existen otras que acusan un diferente origen (fenicio, persa, griego, romano, etc.).
[10] La importancia de esta moneda en las menciones bíblicas será desarrollada en profundidad en un futuro artículo de esta serie. Por el momento, al lector le basta con saber que, por mandato religioso, esas piezas eran las de mayor uso en relación a los pagos que los antiguos judíos realizaban en plata cuando se hablaba de «siclos del templo».
[11]En este punto, quiero agradecerle a mi amigo Héctor Daniel Sagalovsky, quien de muy buena gana, me brindó detalles acerca de la celebración de la ceremonia en la actualidad.
Bibliografía
BALMUTH, M. (1975): «The Critical Moment: The Transition from Currency to Coinage in the Eastern Mediterranean», World Archaeology, Vol. 6, 3. pp. 293-298.
EAGLETON, C. et WILLIAMS, J. (2009): Historia del Dinero [Money a History]. Traducción al español de Francisco García Lorenzana, Editorial Paidós, China.
FREY, A. (1917): A Dictionary of Numismatics Names: Their Official and Popular Designations, The American Numismatic Society.
HENDIN, D. (1996): Guide to Biblical Coins, 3ra. Edición, Amphora, Nueva York.
NELSON, M. (1998): Nuevo diccionario ilustrado de la Biblia, Editorial Caribe.
PLANT, R. (2007): A Numismatic Journey Through the Bible, Rotographic, Londres.
SALGADO, D. (2009): Numismática: Concepto y metodología, Editorial Letra Viva, Buenos Aires.
Versiones de la Biblia consultadas:
Biblia de Estudio Dios habla Hoy, 3ra. Edición, Sociedades Bíblicas Unidas, Colombia, 1994.
Biblia de Jerusalén. Nueva edición. Totalmente revisada y aumentada, Desclée De Brouwer, 4ta. Edición, Bilbao, 2009.
Kadosh Israelita Mesiánica. Versión online, disponible para su consulta en https://www.bibliatodo.com
La Biblia de las Américas, Foundation Publication, 1997.
La Sagrada Biblia. Nuevamente traducida de la Vulgata Latina al español. Traducción de Felix Torres Amat, 16 tomos. Publicada en Madrid entre 1832 y 1835.
Santa Biblia. Reina-Valera. Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569). Revisada por Cipriano de Valera (1602), La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, Utah, 2009.