Los Cobres Paraguayos de 1870 Acuñados en Asunción

Arnaldo J. Cunietti-Ferrando

 Introducción

 A propósito de las monedas paraguayas de 4 centésimos llamadas comúnmente “crudas” y atribuidas a su acuñación en Asunción, ellas fueron dadas a conocer por primera vez por el destacado numismático paraguayo Don Carlos Pusineri Scala. Su trabajo “La moneda en 1870”, se publicó en el Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia[1] y antes de ello, muy poco se conocía sobre el tema. Pusineri aportó, además de la clasificación de las piezas, los escasos antecedentes históricos que motivaron las acuñaciones de cobre de ese año.

Todos los que escribieron con posterioridad, se limitaron a realizar una exhaustiva catalogación de los diferentes cuños, sus combinaciones y variantes, ya fuera Jorge N. Ferrari en su folleto “Cuatro centésimos del Paraguay. 1870”,[2] o Jorge L. Luciani,[3] en su artículo “Las monedas paraguayas de 4 centésimos 1870 presumiblemente acuñadas en Asunción.”

paraguay

Por nuestra parte, no pretendemos incursionar en la misma temática, si no pudiéramos aportar nuevos elementos que hagan luz sobre el origen de los cobres, algunos anónimos y otros con la firma SAEZ, que se contraponen por su pobrísimo diseño, a las perfectas acuñaciones inglesas de ese año.

Si bien Pusineri afirma que “debido a consecuencias emergentes de la Guerra de la Triple Alianza, se han perdido o han sido llevados miles de documentos de nuestros archivos” y por esta razón “es muy difícil la obtención de datos de esta moneda”, debemos acotar que estas acuñaciones son posteriores al mencionado conflicto bélico y por ello, debería existir en el Paraguay material inédito que nos permita esclarecer ésta y otras incógnitas numismáticas.

Si en la cuna de estas acuñaciones, no se ha encontrado aún documentación nueva, en la Argentina se hace mucho más dificultoso todavía, escribir sobre estos temas haciendo aportes originales. Es, sin embargo, lo que intentaremos hacer en el curso de este pequeño trabajo.

Antecedentes históricos de las acuñaciones de 1870

En agosto de 1869, cuando aún no había llegado a su término la contienda, una junta de tres miembros asume el gobierno provisional del Paraguay, que entre otros temas, debía ocuparse de legislar sobre moneda, solicitando a los comerciantes que presentaran proyectos para la acuñación de piezas de cobre. Así fue como dos firmas, Ressing y Conlazo y Vicente H. Montero, hicieron sus propuestas.

Estudiadas por una comisión, se decidió firmar un contrato con este último, si bien las acuñaciones al parecer no llegaron a concretarse por diversos inconvenientes. La concesión se otorgó luego a don Carlos Ressing, lo que motivó una demanda en Tribunales promovida por Montero, de la que carecemos de antecedentes. Siempre siguiendo en esto la investigación de Pusineri, este autor nos refiere que en la sesión de la Cámara de Senadores del 1° de junio de 1871, se leyó una nota de los diputados comunicando que habían resuelto “devolver al señor don Carlos Ressing su solicitud referente a contrato de moneda de cobre que fue rescindido” y que en el futuro debería “abstenerse de entender en el contrato de la misma especie del señor Montero, hasta tanto los Tribunales competentes decidan la validez del primero”.[4]

Siguiendo con el relato que resumimos del artículo de Pusineri, la Cámara de Senadores resolvió pasar ambos contratos a estudio de la Comisión de Hacienda, discutiéndose posteriormente si el Gobierno Provisorio tenía o no, suficiente autorización para contraer estos compromisos. En el ínterin, ambos concesionarios recurrieron a la Justicia sintiéndose lesionados en sus derechos.

Y ahora cabe una pregunta: ¿había alguno de ellos dado comienzo a la acuñación? Esta es una cuestión clave para esclarecer el origen de los 4 centésimos “crudos” de Asunción, como veremos más adelante.

El 20 de julio de 1871, el señor Montero presentó en el Senado una nota ampliatoria de su primitivo proyecto  de acuñación, que luego de tramitarse en Diputados pasó a una comisión de tres miembros quienes debían no sólo estudiar estos antecedentes, sino también “solicitar a un químico capaz, el análisis del cobre que presentó como muestra y ver si reúne lo estipulado en el contrato”.

Finalmente, el 24 de agosto de 1871, tanto senadores como diputados, decidieron “aprobar el contrato celebrado por el Gobierno del Triunvirato, con el señor Vicente H. Montero, sobre acuñación de moneda de cobre, de uno, dos y cuatro centésimos”. La ley respectiva constaba de seis artículos.

Uno de ellos autorizaba a poner en circulación 1000 pesos fuertes (valor escrito) en monedas de cobre. Otro disponía pagar al doctor Montero, veinte mil pesos fuertes como “compensación de la pérdida que sufre el tipo fijado a la moneda de cobre”, dinero que se obtendría con la venta de propiedades fiscales. La moneda del contrato Montero fue acuñada en Birmingham en sus tres valores de 1, 2 y 4 centésimos y ostentan la firma SHAW del concesionario.

Ignoramos mientras tanto, qué pasó con el contrato firmado con Ressing, aunque más adelante volveremos sobre el particular y daremos nuestra opinión.

Las monedas inglesas son de una acuñación impecable, aunque el numismático Argentino B. Rossani en un trabajo publicado en 1934, señalaba que algunos ejemplares que tenía a la vista, fueron falsificados en forma “tan perfecta que es una obra de arte” y se inclinaba a pensar que estas piezas procedían de Suiza. Señalaba que las piezas falsificadas se conocían en el reverso pues “la cinta donde dice CENTESIMOS, es en las falsas un poco más gruesa y defectuosa en sus extremos, lo que no ocurre en las originales y auténticas”. [5]

Pensamos que si bien la mención de Rossani se presta a confusión, tal vez se refiera a las variantes paraguayas “crudas” que estamos estudiando y que denomina “falsificaciones” aunque exagera en su perfección técnica. A su vez, Pusineri al comentar este trabajo, desestima que las piezas falsas mencionadas por Rossani fueran las que llevan el nombre del grabador SAEZ, o las otras sin nombre, porque son imperfectas y distintas de las que firma el concesionario SHAW, conociéndose la diferencia a simple vista.[6]

Señala refiriéndose a las “crudas” de acuñación paraguaya: “Acordamos que podría tratarse de una falsificación, porque no existe un decreto que autorice su acuñación o circulación, pero no lo creemos en el sentido que lo considera el señor Rossani, porque de ser así no hubiesen puesto nombre de grabador, por ejemplo SAEZ, o bien, para que pareciesen originales y auténticas habrían estampado el nombre de SHAW, grabador muy conocido  en aquella época. (sic) Hacemos salvedad, señala, que también existen monedas que no tienen nombre alguno de grabador, circunstancia que hay que tener muy en cuenta en este caso. Por lo demás, -continúa- eran de tan poco valor, que hasta se despreciaban las monedas de cobre, según pudimos ver en un periódico de la época “La Nación Paraguaya” del 9 de octubre de 1872 en el que se lee lo siguiente: “La moneda de cobre. Con extrañeza estamos viendo que una parte de nuestro comercio rechaza la moneda de cobre. ¿Cuál puede ser su fundamento para tal conducta?…etc.”

Los “crudos” de Paraguay

Con esta última cita de Pusineri, nosotros entramos de lleno a tratar de dilucidar el origen de los 4 centésimos “crudos” o rústicos del Paraguay. Así, Jorge Luciani, por ejemplo, pone en duda la procedencia de estos cobres, llamados de la ceca de Asunción:

“Digo llamados, señala, porque si bien hay acuerdo entre los numismáticos en atribuirlos a esa ciudad, no hay constancia documentada de que fueron acuñados allí, ni siquiera que se autorizara legalmente tal circulación. De lo que no cabe la menor duda es que circularon y mucho, pues las piezas conocidas, que son muy pocas, presentan el desgaste que sólo da su uso como moneda corriente. Estas monedas, concluye, se caracterizan por su impronta irregular, diferencias en sus módulos y peso y se reconocen a simple vista con respecto a las procedentes de Birmingham sobre todo por su anverso, pues las ramas de palma y roble carecen de moño en el lugar de cruce”.[7]

Por su parte, Pusineri se sorprende por “las variedades que hemos encontrado, puesto que son raros los ejemplares existentes en colecciones paraguayas”, donde el grueso llevaba el nombre del concesionario SHAW. Y concluye: ¿Por qué tantos cuños distintos, si no se estamparon muchas monedas?

Antes había señalado que como “fueron dos los comerciantes de plaza que presentaron proyectos de acuñación de esta moneda, no sería raro que con el proyecto acompañaran muestras, y que a tal efecto se realizaron los cuños que fueron utilizados para estampar las monedas de referencia”.

Por nuestra parte, avanzamos más aún y llegamos a suponer que en base al contrato firmado, uno de los comerciantes procedió a realizar la acuñación. Es por ello que al rescindirse lo ya aprobado, el asunto pasó a la justicia. En tal caso, esa  emisión rústica y cruda sólo pudo ser realizada por don Carlos Ressing y en Paraguay, donde se disponía de una prensa de acuñar que venía de la época de Carlos Antonio López.

Es un hecho que los “crudos” no fueron realizados por Montero, concesionario oficial para la acuñación de Birmingham y beneficiario del contrato definitivo e incluso indemnizado por las eventuales pérdidas en el valor de cambio. Si la acuñación de Ressing ya había sido realizada, adelantándose a la confirmación definitiva que la daba por aprobada, como todo parece indicarlo, ello explicaría la cantidad de cuños y variantes diferentes y la procedencia de estas monedas, que al no ser oficialmente reconocidas, no fueron puestas en circulación.

De ser así ¿cuál fue el destino final de estas piezas?

Hemos encontrado una clara referencia al tema en una nota del 9 de junio de 1875 del diario entrerriano “El Chimbonazo”, que se publicaba en Gualeguaychú. Bajo el título de “El cobre paraguayo”, el periódico comienza señalando que a causa de la falta de cambio menor en el medio circulante local, especuladores sin conciencia han introducido “una moneda con el sello del Paraguay, la que ni debe tener curso legal aquí y ni debe ser aceptada, puesto que es una moneda falsa”.

“Esas monedas –continúa- fueron acuñadas por cuenta y orden del Gobierno paraguayo pero fueron rechazadas por éste al serle entregadas, porque no es cobre, sino una composición que ningún valor tiene.”

“En este caso y para no perderlo todo” –continúa El Chimbonazo, “el contratista lo ha estado vendiendo en el Paraguay para exportarlo a otras partes porque allí está prohibida su circulación, y con cien pesos bolivianos se compran trescientos de esa moneda y aún algunos han comprado más barato. En el Rosario se ha intentado introducirla también, pero la prensa llamó la atención pública con tiempo y los especuladores no consiguieron su intento. Aquí parece que se va aceptando como una necesidad, por falta de cambio menor, pero si el pueblo no se apercibe con tiempo será estafado y poco a poco irán haciendo introducciones que con el tiempo pueden ser de consideración”.

El artículo finalizaba con un llamado de atención a los lectores para que rechazaran esta moneda y a la policía para que tomara cartas en el asunto descubriendo al introductor “para decomisarla y aplicar el castigo que merecen los que a sabiendas introducen monedas falsas, lo que constituye una estafa al pueblo, cuyos intereses deben ser protegidos por la autoridad”.

Todavía encontramos nuevas noticias en el número del 8 de mayo de 1878  del diario entrerriano “La Unión”, donde se acusa a las autoridades “de no haber tomado ninguna medida para castigar a los especuladores.” De esta información se hace eco “El Nacionalista” tratando a este periódico de “chinchoso”, por “atacar la autoridad del departamento con la misma justicia como sabe hacerlo sistemáticamente en todos los números. Y concluye en tono festivo: “Somos de opinión que el articulista de los cobres paraguayos es algún procurador que se ofrece a los bancos locales, únicos damnificados con la circulación de esta moneda, para que lo encarguen de la persecución de sus introductores. No le envidiamos la idea, si fuéramos del gremio”.

Todo ello nos explica la alta frecuencia de la aparición de los 4 centésimos “crudos” del Paraguay en Argentina y Uruguay y su escasez o rareza en su país de origen, donde su circulación habría constituido un grave delito.

La introducción en las provincias del Litoral dejaba a los especuladores, aparte de la impunidad, una ganancia del 200 por ciento y contribuía además a solucionar el difícil problema de la falta de cambio, por lo que las piezas que han llegado a nuestros días muestran en su mayoría un avanzado desgaste y eran fáciles de cambiar, sobre todo en Uruguay, donde la moneda vernácula era de factura muy similar.

Conclusiones finales

En resumen y por todo lo expuesto más arriba, llegamos a las siguientes conclusiones:

  • Los 4 centésimos de Asunción denominados vulgarmente “crudos”, algunos con la firma de un supuesto grabador SAEZ y otros sin ella, no son piezas falsas sino que corresponden a una moneda paraguaya acuñada en base a un contrato que en su momento se consideró legal.
  • El apresuramiento del contratista, que de acuerdo a los documentos parece haber sido don Carlos Ressing en concretar la acuñación, tal vez para ganarle de mano al otro concesionario y presentar al gobierno paraguayo un hecho consumado, habría motivado la anulación del contrato y la consiguiente demanda en los tribunales, con fallo adverso.
  • El diario entrerriano menciona que la concesión fue rescindida por el gobierno paraguayo “porque no es cobre, sino una composición que ningún valor tiene”. Y en efecto, estas monedas son de una aleación amarillenta muy parecida al latón y su factura deja mucho que desear, habida cuenta que se realizaron en Asunción, en la primitiva prensa donde se habían acuñado los doceavos de 1845.
  • Frente a esta situación, ¿cuál fue el destino que el concesionario dio a esta fallida emisión? Debería haber sido su fundición, pero parece que no se resignó a una pérdida tan grande y estando prohibida su circulación en Paraguay, las monedas se comercializaron clandestinamente por avispados especuladores que las introducían en nuestro país y el Uruguay al amparo de la endémica escasez de moneda metálica menor y a la tolerancia de las autoridades.
  • Si en vez de concretar la acuñación, el concesionario hubiera acuñado unos pocos ejemplares de muestra, hoy serían ensayos muy raros y a pesar de su tosca factura se encontrarían en excelente estado de conservación.
  • Quedan en el tintero dos temas para investigar, dilucidar la incógnita de los cobre de 4 centésimos de 1870 resellados en el Departamento Occidental y descubrir quién era el incógnito grabador SAEZ.

Creemos que con este resurgir de las investigaciones en los archivos, nuestros colegas paraguayos, que confirme y amplíe nuestras afirmaciones.

ARTÍCULO COMPLETO EN PDF

  • Este trabajo es una ampliación del publicado en los Cuadernos de Numismática N° 99. De Marzo 1996.

[1] Historia Paraguaya. Volúmenes 8/10. Asunción, 1965, páginas 128 y siguientes.

[2] Asociación Numismática Argentina. Publicación VIII. Buenos Aires, 1966.

[3] Cuadernos de Numismática. N° 17. Buenos Aires, diciembre de 1975.

[4] Sería importante que los numismáticos e historiadores paraguayos ubicaran los expedientes de estos juicios en el archivo de los Tribunales de Asunción, pues de allí podrían surgir importantes antecedentes para esclarecer definitivamente estos apasionantes temas.

[5] “Numismática Paraguaya”. Revista de la Sociedad Numismática Brasileña. N° 2. San Pablo, 1934.

[6] Sin embargo, de la emisión oficial de estas piezas, por su escaso valor, no conocemos hasta ahora, ejemplares falsos.

[7] Luciani, trabajo citado.

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