Por Horacio Morero Ferrero
El autor es Licenciado en Economía, Master en Economía Internacional y Egresado en Ciencias de la Comunicación. Argentino, pero reside en Uruguay desde 1990. Ex presidente del Instituto Uruguayo de Numismática. Miembro de la Academia Argentina de Numismática y Medallística y del Instituto Federal de Investigadores Numismáticos de la República Argentina (IFINRA). Email: hmorero@gmail.com
El presente artículo fue publicado en el boletín «El Sitio» N° 34 de marzo de 2020, del Instituto Uruguayo de Numismática.

A principios del siglo XIX, en ambas márgenes del Río de la Plata prevaleció el patrón monetario español, más allá de que en la Banda Oriental el sistema portugués que heredó Brasil se mezcló con aquel aportando sus propias denominaciones (reis, vintén) y sus propias monedas, principalmente de cobre, que proveyeron cambio menor. El sistema monetario de España impuso como patrón de referencia en el metal plata su peso de a 8 reales, con un contenido metálico de 27,07 gramos en las monedas redondas, de cordoncillo laureado primero y de cadenas después, con sus divisiones en 4 reales, 2 reales, 1 real, medio real y cuarto de real (o cuartillo como se denominó a esta pequeña pieza). La escasez de las monedas más pequeñas de plata provocó casi siempre una necesidad acuciante de cambio menor para realizar las transacciones diarias. En la Banda Oriental, principalmente en Montevideo, los cobres que provenían del Brasil atemperaron durante varios años esa necesidad, hasta que se convirtieron en una plaga y obligaron al gobierno del nuevo Estado Oriental a aprobar el 25 de enero de 1831 “la Ley sobre la Extinción de la moneda de cobre del Brasil”.