Daniel Oropeza Alba1
La madrugada del 20 de junio de 1813 tuvo lugar un singular episodio que marcaría el curso de las Guerras de la Independencia en nuestro continente: el general Manuel Belgrano ocupó la Villa Imperial sin recibir resistencia por parte de los fieles vasallos de Fernando VII. El sublime vencedor de las batallas de Tucumán y Salta había logrado derrotar a los ejércitos del rey sembrando el pánico en los realistas y obtuvo por premio controlar bajo su mando el sistema industrial de producción plata en Potosí, que comprendía una cadena de valor que iniciaba en los socavones de plata de la montaña, continuaba en Cajas Reales, Banco de Rescates de San Carlos, Casa de Moneda y concluía con la distribución espacial de circulante en las provincias de la región y el tráfico trans Pacífico y trans atlántico del excedente para dinamizar el comercio global.
Sin embargo, la gesta militar e ideológica que emprendió Belgrano por mandato del Poder Ejecutivo de Buenos Aires fue tan fugaz que este noble prócer no alcanzó a disfrutarla como señala Balmaceda, ya que apenas recibido el reconocimiento de la población potosina, del cual queda para la historia la monumental Tarja de las damas potosinas, el español respondió con fiereza que preservar Potosí aseguraba la prosperidad del reino. Por ello, la reconquista de este proverbial centro minero para los realistas implicó que la anexión de las riquezas del Potosí se diluya para los patriotas, quedando para la posteridad el notable primer sistema monetario de una potencia libre, independizada de España en América.
Más de una década después, consecuencia de quince años de interminables luchas que decantaron en la gestación de un nuevo estado construido a partir de las victorias de militares de Ayacucho y Tumusla, el libertador Simón Bolívar alcanzó su deseo de consagrar la libertad desde la cima del Potosí, montaña de plata que desde su mocedad estuvo presente en su ideario, ya que él conocía bien cuanto podía llegar a significar este singular polo de desarrollo para las economías de los estados libres emergentes, restableciendo el comercio que las guerras paralizó, aportando el circulante estratégico de monedas a regiones distantes, supeditadas a la plata potosina desde siglos atrás. Tal fue la visión del prócer y su sueño cumplido aquel 26 de octubre de 1825, cuando alzó la voz desde su cumbre para clamar que él estimaba “en nada estas riquezas” cuando las comparaba con la gloria de la libertad.
Queda para la posteridad la magnífica medalla de la República de Bolívar a su Libertador, que exalta el momento de la ascensión en gloria de Bolívar a cumbre del Potosí, suprema manifestación simbólica de triunfo y redención que atribuía a la construcción liberal republicana el futuro de una nación libre que creció en torno al Cerro Rico, como símbolo de solidez y promesa de desarrollo.
La montaña irradió desde siempre un energético poder de fascinación en las mentes de miles de mineros y miles de mujeres que anidaron junto a la montaña, sean próceres de su entorno familiar o villanos para la colectividad, sean mercaderes de sueños o piratas del rosicler, devotos de biblioteca o demonios de faltriquera. En efecto, fue tal su importancia para el progreso de humanidad que Murúa desde muy temprano le atribuyó la grandeza de soportar con sus filones de plata los pilares de la economía del trono. Ego fulcio columnas eius, fue la sentencia que definió el sentido de este portento.
En abril de 1957, un audaz intelectual y numismático hizo su primera incursión cultural al Potosí con todas las armas que su voracidad por la historia le permitió conocer: entró en escena para nunca más salir, fue cautivado con ese hechizo seductor que pierde la mente de los mineros, pero esta vez, se embrujo se tornó completamente diferente, lo encantó con el relato histórico de sus monedas, de aquellas macuquinas amorfas que contrastan con las lucientes piezas de cordoncillo. Ese airoso personaje fue Arnaldo Cunietti – Ferrando, y el embrujo del Potosí en él fue tan fuerte y duradero que durante sesenta años tuvo presente en sus estudios, en sus proyectos y en su vida cotidiana la historia y las monedas de la celebrada Villa Imperial de Potosí.
En sus visitas efectuadas durante su juventud, Cunietti jamás hubiese imaginado que un buen día Potosí llegaría a ser reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, merced a sus aportes al desarrollo global y por todo el acervo monumental que atesora, y más sorprendente aún, que él mismo alcanzaría un ejercer el rol de prócer para el gremio numismático, que desarrolla sus conocimientos a la luz de las investigaciones que Arnaldo aportó en múltiples publicaciones de tópicos tan variados como eruditos.
Resulta impensable en esta sucesión de intentos de conquistar al inconquistable Potosí, ya sea por las armas en guerra, por política en la paz, que la pluma de la historia haya dispuesto que Arnaldo sea enaltecido con la apoteosis de un prócer, y muchos de nosotros tuvimos el privilegio de estar presentes como testigos preferidos de aquella maravillosa mañana de octubre, cuando la Villa Imperial hizo gala de su prosapia de esmerada anfitriona destinando para Cunietti los laureles de la gloria, aquellos que él mismo se los ganó tejiendo historias y desentrañando misterios. Qué emocionante recordar personalmente a muchos colegas participando de ese día de fiesta para nuestra ciencia.
A siete años de su partida, evocamos el legado de Arnaldo como uno de los más firmes pilares en los cuales se desarrolla la ciencia numismática contemporánea, y muchos de nosotros fuimos testigos de aquella maravillosa jornada inaugural de Potosí 2016, nuestra 1ra Convención Internacional de Historiadores y Numismáticos, en la cual Arnaldo recibió el afecto de la población potosina que le concedió los honores de un prócer, que aplaudió los hitos de su carrera en su última llegada a Potosí, en el cénit de su producción intelectual, en su ancianidad fecunda cargada de sabiduría y memoria histórica.
En ocasión de nuestra 5ta Convención Rio 2025, por un generoso gesto de difundir este trabajo revelador de la numismática titulado “La Casa de Moneda de Potosí durante las Guerras de la Independencia”, recordando que aquella larga lucha concluyó en 1825 con la independencia de Bolivia, nación que celebra su bicentenario, el IFINRA, presidido por el gran numismático Jorge Alberto Madonna, junto a la familia Cunietti, propician la publicación digital y gratuita de este aporte al conocimiento de la historia numismática americana, que simboliza el homenaje de Arnaldo a Potosí, causa de la existencia de Bolivia.
- Miembro Correspondiente del IFINRA en Bolivia, Presidente del Comité Internacional de Historiadores y Numismáticos ↩︎
