Agustín García-Barneche
La traducción de la versión original en inglés fue dirigida y ejecutada con la gran ayuda de Alan Luedeking, miembro correspondiente de IFINRA, quien no solo aportó su vasta experiencia en el idioma, sino que también brindó valiosos consejos sobre la interpretación cultural del texto, asegurando que los matices y el contexto se mantuvieran fieles a la intención original de los autores. Su colaboración fue fundamental para lograr una traducción precisa y enriquecedora.
Antes de la existencia de monedas en el Nuevo Mundo y las Flotas de Tesoros Españolas, e incluso antes de cualquier colonización europea en México, Hernán Cortés y sus hombres, a través de la Conquista Tarasca liderada por Cristóbal de Olid en 1522, descubrieron una nueva mezcla de metales preciosos. Este hallazgo condujo a la fabricación improvisada de lo que hoy conocemos como «barras tumbaga», durante su redescubrimiento en tiempos modernos. Este grupo de más de 200 lingotes de plata y oro de baja pureza, fabricados alrededor del año 1528, fueron descubiertos en los restos de un naufragio no identificado cerca de la isla de Gran Bahama en 1993. A través de un estudio de cuentas contemporáneas, investigación arqueológica y fuentes históricas, se teoriza que estos extraños lingotes fueron fabricados por los españoles utilizando una aleación única de cobre y plata forjada por los tarascos en México como fuente para sus ornamentos y ofrendas, un tipo particular de metal que los españoles llamaban «Metal de Michoacán»; incautado por los conquistadores en un solo episodio dentro de la vasta historia de la conquista de México durante la década de 1520. Los ejemplares estudiados en este articulo son los únicos conocidos que existen, todos ellos provenientes del mismo naufragio y, por lo tanto, siempre serán de la máxima rareza e importancia histórica.
El presente artículo es parte del Anuario Argentino de Numismática, Volumen V (2022)
